Por Mariana Mijares/ Andrés ha comenzado a notar cambios en su departamento, y día a día, empieza a confundirse con situaciones cotidianas; ¿Dónde dejó su reloj? ¿Tiene una nueva enfermera? ¿La anterior era parecida a su hija? ¿Tenía más muebles? ¿Su hija sigue casada? ¿Por qué su otra hija no ha venido a verlo?

El Padre, texto del dramaturgo Florian Zeller, protagonizada en Londres por Kenneth Cranham y en Nueva York por Frank Langella, llega a México con unos de los actores más experimentados del país al frente del elenco: Ignacio López Tarso.

El montaje, dirigido por Salvador Garcini y producido por Daniel Gómez Casanova, ofrece uno de los textos más duros, y conmovedores, que se han visto este año en el teatro mexicano gracias a que presenta el universo de un hombre que padece Alzheimer y quien, poco a poco, va perdiendo la línea entre lo que es -o fue- real, y lo que es ya producto de su imaginación.

A Andrés le insisten en que conoce a esas personas; las ha visto durante semanas, o años, pero él simplemente no las reconoce, ¿Por qué los demás juegan con su cabeza?

La puesta está contada en distintos tiempos; momentos que nos permiten ver a este personaje como verdaderamente ocurre con quienes tienen este padecimiento: a veces bien, a veces mal, a veces peor… Y aunque lo más desgastante no sea para el enfermo -quien generalmente no está consciente-, sino para quien lo cuida, precisamente lo más valioso de este texto es ponernos en el lugar de ése cuyo mundo ha sido volteado de cabeza; ése a quien necesitamos entender, y aunque sea por unos momentos, ponernos en sus zapatos.

Para saber más sobre el montaje que se presenta de viernes a domingo en el Teatro San Jerónimo, platicamos con parte del elenco: Erika Buenfil, Lisardo, Sergio Basáñez, y por supuesto, con el primer actor Ignacio López Tarso, quien en este montaje nos lleva a vivir un carrusel de emociones: risas, lágrimas, muchas reflexiones, y sobre todo, las ganas de mantenernos cerca de quienes viven algo de esta naturaleza…

Ignacio López Tarso

¿Cómo describiría a su personaje, Andrés?
López Tarso: Es muy rico; en actitudes, en emociones, en vida interior y en experiencias personales. Es alguien que ha vivido muchas cosas y que las utiliza en sus conversaciones. Él quiere sobrevivir y le gusta la vida; en eso se parece a mí…

Usted tiene una vida en el escenario, más de 70 años actuando, ¿Qué le sigue dando el teatro?
López Tarso: Cada vez me da más; cada vez piso el escenario con más seguridad, con mayor autoridad y con mayor placer.

¿Por qué le gustaría que todos aquellos que han tenido el gusto de verlo en alguna obra vengan ahora a verlo a El Padre?
Hay mucha gente que se acuerda de algunas de mis obras; algunas que tienen décadas. Gente que a veces me las recuerda, y eso me gusta, y lo agradezco muchísimo. El Padre es un trabajo muy bien cuidado que hicimos con mucho afecto y admiración hacia el personaje, y que yo disfruto mucho interpretar.

¿Qué le gustaría que se llevaran de este trabajo las personas que quizá tienen un familiar o persona cercana con Alzheimer?
López Tarso: Creo que a ellos en especial les va a afectar mucho. Pero la obra es divertida, y tiene la ventaja de que plantea un grave problema en medio de situaciones muy cómicas. En medio de risas se conoce al personaje real; alguien que está viviendo una tragedia. Pero es bonito que el acercamiento a este personaje sea con buen humor.

Usted siempre es recibido, y despedido, con una gran ovación del público, ¿qué le dejan estas muestras de afecto, de respeto?
López Tarso: Me halagan mucho. Yo soy un hombre muy ego-ísta; mi ego siempre se ve muy gratificado con esos aplausos; por ejemplo, la semana pasada hice dos funciones de El Padre en el teatro de Tijuana, que tiene una capacidad de más de mil espectadores, y me recibieron con un gran aplauso y también así me despidieron, de pie. Por eso regresé de Tijuana con doble ánimo…

¿Por qué le parece importante que el público siga yendo al teatro?
López Tarso: Se pensaba que el cine acabaría con el teatro; luego se pensaba que lo haría la televisión, porque está dentro de nuestras casas. Pero la presencia de público y actor en un mismo espacio es incomparable; la comunicación es muy estrecha. Nunca lo que logra una pantalla, grande o chica, será igual al teatro. Una pantalla es atractiva, pero siempre será mucho más atractivo el ser humano.

Erika Buenfil, Lisardo y Sergio Basáñez

¿Cuál fue su primera impresión al leer el texto de Florian Zeller?
Erika: Me confundió un poco, pero eso me mantuvo muy atenta y con las ganas de entenderlo. Creo que ése es el atractivo de la obra: que suceden muchas cosas y que está contada en diferentes tiempos, que es lo que el público irá descubriendo.
Sergio: A mí me dio ansiedad; es un tema muy difícil y terrible porque seguramente todos hemos tenido a alguien cercano que ha vivido una situación como ésta. Eso es muy difícil porque los seres humanos somos nuestros recuerdos, y si los pierdes, está tremendo.
Lisardo: La historia me cautivó porque yo tengo una abuela con una historia como la que sucede aquí.

¿Cómo describirían su personaje?
Erika: Mi personaje, Ana (hija de Andrés), es una mujer que toda la vida ha estado sometida por una familia con una estructura muy tradicional, con una forma de pensar muy rígida y en la que ha aprendido que los hijos deben estar siempre con los padres. Y por eso, cuando decide romper con las reglas con las que ha crecido, tendrá una culpa terrible.
Sergio: Interpreto a varios porque todo sucede en la cabeza de Andrés, el padre. Todos somos personajes creados por él.
Lisardo: Soy el marido de la hija, pero más bien, la idea que el padre tiene de él.

¿Qué les gustaría que se llevaran de la obra las personas que quizá tienen un familiar o persona cercana con Alzhaimer?
Erika: Hay personas que salen muy dolidas, o muy aliviadas de sentir que lo vivieron igual. Hay gente que se va a liberar de la culpa como la que tiene Ana. Y a quienes no han vivido algo así, se van a entretener, porque es una puesta divertida y muy bien contada. Además es una obra espejo en la que te podrás identificar con alguno de los personajes.
Sergio: Creo que la obra nos ayuda a darnos cuenta de que en estas situaciones dejas de ser tú mismo y te conviertes en algo que no existe, porque no te das cuenta de lo que pasa a tu alrededor. También ayuda a darse cuenta de que, si nos sucede una cosa así, no está mal acudir a recibir ayuda profesional.
Lisardo: El Padre te ayuda a comprender el complejo mundo que se va haciendo dentro de la mente de alguien con esta enfermedad. Yo que lo viví, sé que es muy difícil, particularmente para quienes los cuidan.

¿Por qué les gustaría que la gente venga a verlos en El Padre?
Erika: La obra es un buen espectáculo; siempre están pasando cosas. También hay un gran elenco y seguramente van a pasar un buen momento. Dentro de todas las obras que hay en cartelera, creo que El Padre es una gran opción porque definitivamente alivia el corazón.
Sergio: El montaje tiene un mensaje que hace pensar, que conmueve y que divierte, porque es una tragicomedia. Además el elenco es muy bueno y hemos hecho un equipo increíble. El Padre te hace pensar, te hace sentir y te permite llevarte una buena reflexión a casa.
Lisardo: Habla de un tema muy importante y toca muchas fibras. Me gustaría que vengan de entrada, porque es teatro; y siempre es importante ir al teatro. Además es un obra bien escrita, bien dirigida y una propuesta muy interesante para el público mexicano.

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Fotos: Cortesía producción

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