Por Gina Fierro/ Interesado en indagar en aquello que oculta el individuo, el director Martín Zapata lleva a la escena El convivio del difunto. En conjunto con el escenógrafo Alejandro Luna, Zapata presenta el montaje en la Sala Héctor Mendoza de la Compañía Nacional de Teatro, donde ofrece funciones de jueves a domingo.

La puesta es el resultado del proyecto de Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonca, donde Martín Zapata plantea una situación extraordinaria en la que un difunto es capaz de convivir entre los vivos. La obra, escrita y dirigida por Zapata, cuenta la historia de un hombre muerto que sigue hablando y caminando, y que tiene todo el derecho de saber, por boca de su esposa, que ha fallecido.

Ante esta propuesta, el director apunta que la obra no está situada en un género en específico. “De pronto sucede algo en la vida que a alguien le causa risa y a otro miedo o compasión el mismo asunto, por eso las reacciones están un poco mezcladas. El género que todo lo abarca es la tragicomedia”, agrega el también autor de El fulgor de Clara, Camino a Fort Collins, Soneto para dos almas en vilo y El siniestro plan de Vintila Radulezcu.

Ante la necesidad de ubicar la acción de sus obras en una época que tome distancia de la actual, ya que “paradójicamente, la tensión que genera la distancia, nos acerca”, el dramaturgo ubica esta historia en la década de los 70, donde sitúa a un matrimonio que se conoció en los años 40.

“Una casa de ricos, que cuenta al menos con una sirvienta, habla del contrapunto que este personaje implica frente al nivel social y cultural de los demás personajes, cuya cultura y nivel económico e intelectual, les ha hecho olvidar, aparentemente, una forma de pensar sobre temas naturales, religiosos o mágicos que siguen ahí. Precisamente el personaje de Magda, la muchacha, es el que cambia el modo de pensar de todos. Ella es la que da la explicación de lo que pasa, las soluciones y voltea todo. El mole y el mezcal revelan la cuestión cultural soterrada en esta historia, que da un giro”.

Sobre el proceso de creación, en conjunto con Alejandro Luna, el autor señala, “todo fue en función de una búsqueda del significado de los elementos, sencillez y economía de medios. Luna no quería hacer la casita de los personajes, sino encontrar un concepto que volviera cada elemento más potente”.

Por su parte, Alejandro Luna, Premio Nacional de Ciencias y Artes, afirma “el autor generalmente se imagina más de lo que se necesita. Todo el mundo sabe cómo es una sala, un comedor o una cocina, pero juntos vimos que todo se podía resumir en una mesa para el número de personajes de la obra”.

Y comparte, “nos pusimos de acuerdo después de muchas discusiones sobre la historia de la familia y les gustó que hubieran comprado la casa en los 50 y la acción se desarrollara en los 70, pero como son conservadores, mantienen los 50, que por otro lado, están de moda, todo el mundo envidiaría una mesa así, que junta el presente, varios pasados y la idea de un teatro con una mesa. Así de fácil. Lo demás, hay que verlo”.

El montaje cuenta con las actuaciones de Arturo Beristáin, Diana Fidelia, Mariana Giménez, Gastón Melo, Juan Carlos Remolina y Astrid Romo. La dramaturgia y dirección es de Martín Zapata, el diseño de escenografía e iluminación de Alejandro Luna, vestuario de Jerildy Bosch, diseño sonoro de Joaquín López Chas, maquillaje y peinados de Maricela Estrada y coreografía de Dalia Balp.

La obra ofrecerá una temporada hasta el 2 de julio en la Sala Héctor Mendoza, ubicada en Francisco Sosa 159, Col. Barrio de Santa Catarina, en Coyoacán. La entrada es libre con reservación y el cupo es limitado. Informes y reservaciones al correo: publicos.cnteatro@inba.gob.mx

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