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LA CANTANTE CALVA: El sinsentido y el teatro de lo incoherente



Por Roberto Sosa/ Es la estancia de un arquetípico hogar inglés, después de cenar una pareja hace un largo silencio… inglés. En el reloj de pared dan las nueve de la noche, no sale el tradicional pájaro cucú, aparece un músico y su piano en miniatura, el Sr. Smith y la Sra. Smith escuchan atentos los acordes del pianista. Esperan a sus invitados, el Sr y la Sra. Martin. Mary la doméstica, es la típica sirvienta inglesa. Las formas son con la arrogancia de los ingleses.

El matrimonio Martin ha llegado, sentados en la sala esperan a sus anfitriones. Él sabe que la conoce y ella no lo recuerda. Viajaron juntos en el mismo tren, compartieron el mismo asiento y viven en la misma casa; él tiene su dormitorio entre el baño y la biblioteca, ella también, y duermen en la misma cama, sin embargo: “qué curioso, pero no lo recuerdo señor…” dice la Sra. Martin.

A la puerta llaman, y cada vez que la Sra. Smith sale a ver quién es, no hay nadie. No es hasta que el Sr. Smith abre, y aparece un bombero. Llega para contar anécdotas, apagar un fuego o quizá para encender pasiones. Lo cierto es que nadie sabe quién lo llamo y para qué; lo cierto es que en este relato nada es congruente, el sinsentido es el centro de todo y todo cabe en el teatro de lo incoherente. “A propósito, la cantante calva, ¿se sigue peinando como de costumbre?”

La cantante calva es la primera obra de teatro del autor francés de origen rumano Eugene Ionesco, considerado junto a Samuel Beckett el padre del teatro del absurdo. Se estrenó en París en el Théatre de la Huchette en 1950. Se trata de un texto dramático convertido a un juego burlesco; la ruptura de toda lógica construye situaciones banales y ridículas. La obra es una sátira a la familia burguesa de la época y traza de forma perceptible la soledad del ser humano.

Los personajes están físicamente cerca pero no logran comunicarse de forma efectiva; la atmósfera de la obra nos muestra al ser humano del siglo pasado (y de éste), como un sujeto  incomprensible. Los diálogos carecen de significado y son repetitivos, sin secuencia dramática, característico en el teatro del absurdo. La incoherencia y lo ilógico también son rasgos comunes de este género.

La dirección es de Jesús Díaz, con asistencia de Paola Izquierdo, dos creadores escénicos inmersos en el clown, la comedia y el teatro cabaret. El texto es abordado de forma creativa y divertida. Desde su perspectiva la obra mantiene el tono; conservarse dentro de lo absurdo si caer en lo ridículo, no es algo sencillo. Se percibe la experiencia y el rigor profesional de Díaz e Izquierdo.

Las actuaciones son de Alicia Zarate (Sirvienta), Arturo Reyes (Sr. Smith), Gabriela Murray (Sra. Smith), Judith Cruzado (Sra. Martin), Gilberto Dávalos (Sr. Martin) y Omar Ramírez (Bombero). Buenas interpretaciones –mi opinión- de todo el grupo; en cada uno vive un personaje incomprendido, confuso y discordante; cualidades que saben transmitir al espectador.

La escenografía, de Bobby Watson, quien también traza la iluminación, nos da la impresión de estar hojeando un cómic. Excelente diseño; el vestuario, de Ben-Hadad Gómez, está bien cuidado en cada detalle, color y textura; el reloj –lo mejor de la noche- es creación de Iker Vicente y Humberto Galicia. Magnífica producción.

Consulta precios y horarios de la obra, aquí.

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