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EL CONVIVIO DEL DIFUNTO: La muerte, un personaje que descubre los verdaderos rostros



Por Roberto Sosa/ Leonor reúne en su casa a sus amigos, Silvia y Alfonso, para darles una terrible noticia: Mauricio, su marido, acaba de morir a casusa de un infarto, pero sucede algo inexplicable, aunque está muerto sigue hablando y moviéndose. El doctor Alejandro no sabe que pasa con su cliente y amigo. Lo ha declarado muerto y según él, es cuestión de tiempo para que deje de “vivir”. Mauricio entra en el comedor… y está más vivo que nunca.

Magda es la sirvienta, y tiene una teoría al respecto: Su patrón no acaba de morir porque tiene el alma atorada, algo pendiente lo detiene, no lo deja morir en paz. Leonor le tiene que dar la noticia a su marido, está muerto y debe saberlo. Mauricio lo toma con mucha filosofía, le pide a Magda su traje negro a rayas, se viste para su funeral. Antes de morirse realmente, reflexiona lo que fue su vida y el tiempo que utilizó pensando sólo en dinero.

Y mientras se va al otro mundo, decide pasársela bien. Música, mezcal y un rico mole, son los elementos para El convivio del difunto. En esta reunión, la escala social se rompe, Magda es convidada a la mesa de sus patrones; el mezcal desinhibe a los presentes, bailan, ríen y disfrutan como nunca; Mauricio promete un viaje a Venecia para seguir la celebración. Todos están felices excepto Leonor y Alfonso, ambos guardan un secreto, Alfonso sabe que no puede seguir callando y decide hablar con su mejor amigo; el mezcal ingerido le hará más fácil revelar lo que han ocultado por más de dos décadas.

La dramaturgia y dirección son de Martín Zapata (Camino a Fort Collins, Dos almas en vilo y El siniestro plan de Vintila Radulezcu, entre otras), la obra es una oda a la vida. El mensaje es la reflexión de vivir feliz el día a día; la felicidad está presente en nuestra cotidianeidad, algunos la toman, la mayoría la deja para mañana, para después. El texto de Zapata compagina humor y tragedia. Para el autor los años setenta es la época ideal para el desarrollo de la historia. Y lo logra.

Existe un contraste con los elementos que utiliza para contar el relato, por un lado está Magda, que les prepara ese rico mole que a todos deleita; y sabe por qué el difunto no puede descansar, pura sabiduría popular. Los demás, que representan la clase alta, que beben whisky y vacacionan en Venecia. Y la “muerte” de Mauricio, quien les quita las máscaras.

El tono es la tragicomedia, más comedia que tragedia y una gran dosis de humor negro. Una puesta en escena setentera, la escenografía e iluminación de Alejandro Luna propone un espacio con muebles y decorados de aquella época: una consola que reproducía la música de los discos de acetato, un comedor y la barra de un pequeño bar. Jerildy Bosch diseña el vestuario, propio de aquellos años.

El convivio del difunto se presenta con las actuaciones de Arturo Beristain (Mauricio), Mariana Giménez (Leonor), Juan Carlos Remolina (Alfonso), Astrid Romo (Silvia), Gastón Melo (Alejandro)  y Diana Fidelia (Magda) del elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro (CNT). Espléndido trabajo actoral, manejan perfectamente el tono, el talento está sobre el escenario; las actuaciones están niveladas. Hacía tiempo que no veía al público ovacionar de pie el trabajo de los actores, bien merecido.

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