Por Kerim Martínez/ Para muchos la Navidad es una época feliz llena de abundancia, comida y regalos. Otros más la celebran a partir de una perspectiva religiosa que lleva a la reflexión y al autoconocimiento. Pero existen aquellos que no tienen nada que festejar porque han sido olvidados y relegados por la misma sociedad. ¡Qué duro invierno! es un espectáculo clown que se centra en personajes desamparados con un objetivo claro: cubrirse del frío para sobrevivir.
Un vagabundo recorre descalzo las calles pidiendo limosna. Está solo en el mundo y va en busca de sonrisas que alimenten su alma. Cuando junta algo de dinero logra comprar un par de zapatos que más tarde dona a una pequeña huérfana. Juntos enfrentan algunas peripecias, el cariño brota y surge algo parecido a una familia. Con esta sencilla anécdota Gerardo Álvarez e Irmita Elizondo desarrollan una divertida historia que se cuenta a través de dinámicas físicas y rutinas de clown.
La compañía de Teatro Zapato Rojo nació hace dos años en Piedra Negras, Coahuila con esta obra. Su fundador, Gerardo Álvarez, de tan sólo 22 años, la remonta ahora, a finales de 2017, con 19 actores, algunos egresados de la Lic. en Teatro y Actuación de la Universidad Anáhuac y otros invitados. Después de dos funciones en noviembre, la primera en el Teatro Legaria (Ciudad de México) y la segunda en el Teatro Galerías (Guadalajara), Un Teatro Alternativa Escénica los recibe para presentar una breve temporada de dos fines de semana en diciembre.
Los jóvenes intérpretes se entregan al cien por ciento en cada cuadro, llenando de energía y vitalidad el escenario durante casi dos horas. En algunos momentos el ritmo se ralentiza, pero no es nada grave; al ser una compañía numerosa alguien toma la estafeta y salva el imprevisto, logrando salir victoriosos. Todos trabajan por y para la obra, se perciben actores disfrutando de la historia que están contando.
Anabel Vázquez Robles encarna a la niña sin zapatos y demuestra que a su corta edad puede captar la atención de todo un teatro, saca suspiros tiernos constantemente. Sobresalen los números donde se utilizan máscaras; los personajes crecen en sus movimientos y surge una expresividad interesante y bien lograda. Corporalmente destaca Flor Acevedo como la boleadora de zapatos, que demuestra seguridad y dominio como actriz. Berenice Velasco y Sharon Ayon arrancan las risas del público como las borrachitas greñudas.
Casi no hay elementos escenográficos: todo se resuelve con telas y una impresión con textura de nieve pegada en el suelo. El vestuario está conformado por ropa vieja y harapos con tonalidades apagadas y esto logra que la casi veintena de narices rojas sobresalgan en todo momento. El único detalle incómodo a la vista es el sombrero de unicel del vagabundo, por el material rígido, le resulta difícil manipularlo. La iluminación tiene mucho peso en la obra, los cambios son sutiles y van de la mano de la historia que nos cuentan. El diseño corre a cargo de Héctor López, que también interpreta al personaje dormilón. La elección de los tracks musicales funciona para involucrarnos con los sentimientos de los personajes, pero sobresale el momento en que el músico Jorge Hérnández toca en vivo la guitarra y el acordeón para acompañar el espectáculo. Funcionaría aprovechar más este recurso.
En México tenemos varios exponentes importantes del clown como Artús Chávez, Jesús Díaz, Fernando Córdova, Nohemí Espinosa, Andrés Aguilar y Cecilia Noreña. Este montaje nos sorprende con nuevos talentos y quizás pronto sus nombres se sumen a la lista mencionada.
¡Qué duro invierno! es un juego escénico donde los actores nos recuerdan que es muy placentero hacer teatro sin pretensiones y que como creadores escénicos siempre hay que pensar en divertir a los espectadores.
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