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EL CIELO DE LOS PRESOS: Una nueva mirada sobre un pasaje gris



Por Luis Santillán/ Mauricio Bañuelos escribe El cielo de los presos “porque le interesaba contar la historia de lo ocurrido un día después de la matanza en Tlatelolco”; por lo menos así lo registra el periódico La Jornada; se plantea una cadena de interrogantes y usa la ficción para hallar las posibles respuestas. A partir de convocar a una serie de personajes en una celda, el autor sondea sobre aquellos que se ven involucrados en los acontecimientos del 2 de octubre de 1968.

El texto, aun cuando en lo global funciona, tiene desequilibrios, entre los grandes aciertos destaca los flashback con Marisela, pero las partes menos afortunadas son aquellas donde los antecedentes deben ser compartidos a partir de la “plática”, hay bloques donde pretende conmover, sin embargo, no siempre funciona el contraste en la secuencia de lo expuesto.

Uno de los valores centrales del texto es plantear una multiplicidad de puntos de vista por medio de personajes disímbolos. Da la impresión de que la ficción condujo de manera astuta al autor para alimentar de manera grata el conflicto de los hermanos, eso mismo frena por momentos ciertas texturas que ahondan en la forma y descuidan qué las alimenta.

La dirección es del mismo autor y quizá lo que debilita un poco la propuesta de dirección es la confianza plena hacia el texto, eso lo conduce a ilustrar o acompañar los pasajes en lugar de potenciar la escena a partir de la propuesta del autor. Por ejemplo, cuando se narra el momento en que un personaje ve el cadáver de una mujer mayor, el texto tiene adjetivos usados para conmover, la escena ilustra el momento y eso provoca que se construya de manera montonal, si el director hubiera explorado la naturaleza del personaje que hace la evocación la fuerza del texto podría haberse incrementado por el contraste.

Hay un desequilibrio en el equipo de actores, por un lado Gonzalo Vega Jr. se esfuerza en crear al personaje de Chuy sin lograrlo cabalmente, lo que bloquea su trabajo es la poca exploración emotiva que muestra en escena, gran parte del discurso queda en la palabra. Por el contrario, Emmanuel Orenday logra profundizar en el dilema ante el que se encuentra el personaje. Las actuaciones tanto de Kristyan Ferrer como de Tatiana del Real permiten que haya un piso, es decir, una base sobre la cual los demás dimensionan a sus personajes, el trabajo de ambos es bueno, matizan, tienen noción del ritmo que requieren los estados emotivos.

El cielo de los presos es una propuesta que aporta una mirada sobre un tema tan explorado como lo es los acontecimientos de 1968, hay una necesidad de Mauricio Bañuelos que evita que la puesta en escena naufrague, tiene bloques de gran fuerza y logran establecer un puente con el espectador.

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