Por Mariana Mijares/ El matrimonio de Patricia y Ricardo está en crisis, han perdido a su único hijo y no han sabido recuperarse de esta tragedia. Entonces Patricia busca refugio en una casa donde se aparece un niño, ¿será el espíritu de su pequeño Pablo?

Esta obra original de suspenso, escrita por Miguel Cane y dirigida por Roberto Cavazos, no sólo llevará al público a vivir la experiencia al filo de la butaca, sino a reflexionar sobre el duelo, la pérdida y la culpa, además de cuestionarnos ¿los muertos pueden seguir presentes entre los vivos?

Para saber más del montaje que se presenta los miércoles en el Foro Lucerna y los retos que enfrentó la producción -incluido el sismo del 19 de septiembre- platicamos en exclusiva con los integrantes de la obra.

Miguel Cane. La concepción de una obra de suspenso.

¿Cómo se te ocurrió esta historia y hace cuánto la escribiste?
La primera versión de esta historia data de 1987. Ese año yo tenía 13 y me caí de un árbol, por lo que pasé mucho tiempo en tracción. Mientras me recuperaba, leí cuantos libros de fantasmas cayeron en mis manos (alguien debió llevármelos): “La maldición de Hill House”, de Shirley Jackson; “Julia”, de Peter Straub; “El resplandor”, de Stephen King y “La vuelta de tuerca”, de Henry James. Los leí todos y esto me llevó a pensar en escribir mi propia novela de fantasmas.
Así empecé y escribí con un bolígrafo en un cuaderno. Años después, mi madre encontró el manuscrito y me lo devolvió; la releí y pensé que, para ser el trabajo de un niño de 13 años, no estaba tan mal. Busqué varias formas de darle vuelta hasta que se me ocurrió probar con el teatro, y finalmente, todas las imágenes y voces adquirieron un sentido.

¿Cuál fue su proceso para levantar el proyecto?
Todo se lo debemos a Diego Cooper; sin su entusiasmo e incansable dinamismo para conseguir los fondos necesarios, esta obra no habría sido posible, y por ello está dedicada a él y a Andrea Portal, nuestra actriz protagonista, que hace un trabajo diáfano y estremecedor, de la mano de nuestro director.

¿Cómo describirías a cada uno de los personajes y cómo consideras que podrá identificarse el público?
Patricia y Ricardo son un matrimonio en crisis; se casaron por todas las razones erróneas y aunque ha sido difícil, de algún modo se amaban; pero la pérdida de Pablo los pone en una disyuntiva. Diana es el vínculo familiar que trata de recuperar una semblanza de normalidad, aún si ella cree en lo paranormal. Jaime está lleno de secretos y la señora Rojo y la señora Noble representan dos caras de una misma moneda. Creo que en ellos el público encontrará reflejados sus temores y ansiedades: en suma, son muy parecidos a nosotros.

¿Cómo construiste el suspenso de la obra desde el texto?
Construir una narrativa dramático-poética de suspenso no es cosa fácil: requiere anticipar cada movimiento y ocultarlo al espectador para que no lo adivine. En este caso, la estructura gótica (el pasado que se manifiesta en el presente de manera implacable para impedir el futuro) ayudó mucho.

Uno de los momentos más emotivos de la obra es cuando el padre dice que no se ha inventado una palabra para describir a alguien que ha perdido a un hijo, ¿cómo mostrar esta misma tragedia en tres personajes diferentes?
Cuando vivía en España, hace muchos años, en 2009, me tocó ser testigo de una tragedia similar y ver cómo los padres en cuestión hicieron todo lo posible por salir adelante; aunque para ellos cada día era como lanzarse al vacío. Esto me dejó una impresión muy fuerte, que he tratado de traducir de algún modo a esta historia.

Roberto Cavazos. Cómo diseñar una experiencia, y tener a los espectadores, al filo de la butaca

¿Cómo eligieron este texto y por qué?
Este texto me eligió a mí en el sentido que su autor (Miguel Cane) y los productores (Diego Cooper y Andrea Portal) me lo ofrecieron para dirigir. La razón por la cual acepté su invitación se debe a las fibras que toca el texto; aspectos de nuestro ser que apuntan hacia los más grandes temores de la humanidad: la soledad y la pérdida de nuestros seres queridos.

¿Cómo conformaste a tu elenco? ¿Habías trabajado con estos actores?
El elenco se conformó de una forma poco usual para mí, ya que en mi montaje anterior (Rotterdam) todo se había hecho por casting. En este caso se me entregó el texto con dos actores ya adjuntos como protagónicos -cosa que no fue un problema, ya que conocía desde antes el trabajo de Diego y Andrea-, lo cual me permitió imaginarlos perfectamente en sus personajes. Con Amaya Blas había trabajado antes en la segunda temporada de Somos Eternos (también de Miguel Cane) y no pude imaginar a otra actriz haciendo su personaje, así que le hice la invitación directa a participar. Los demás personajes se asignaron por casting. Gracias a ello, pude descubrir a tres actores que no conocía y que han sido excelentes elementos.

¿Cómo construir el suspenso de la obra desde la dirección?
Para mí el teatro siempre se trata del texto y de los actores. La mejor manera de lograr el suspenso en este montaje era lograr una situación en la que, la paranoia y el miedo de los personajes en escena, contagiara al público. Con este fin decidí introducir muchos momentos donde había juegos de luz que nos permitieran ver poco o nada de lo que estaba sucediendo, agudizando así nuestros otros sentidos. Esto es algo de aprendí de algunas películas de terror en las cuales evitan mostrarnos ‘la cosa terrible’, obligándonos a imaginar algo mucho peor a lo que podían mostrarnos.

La escenografía de la obra es muy sencilla, ¿cómo llegaron a este concepto y por qué se eligió que los actores estén la mayor parte de la obra sobre esa especie de arena?
La razón para la sencillez de la escenografía es la misma que se encuentra detrás de todos mis montajes: que deberían poderse montar en caja negra, sin escenografía. En mi opinión el mejor teatro no necesita de adornos para contar una historia, por lo cual yo sólo introduzco elementos escénicos cuando realmente creo que puedan aportar algo a la historia.
La sal de mar que forma parte de la escenografía es una alusión o metáfora que representa a la pérdida que sufren los protagonistas al principio de la obra.

¿Cómo eligieron y cómo trabajaste tú con el niño?
Almas Perdidas es apenas mi sexto montaje como director y nunca antes había trabajado con niños, así que hacerlo era un reto que me emocionaba. Pablo llegó a nuestro montaje por recomendación y debo decir que no fue nada difícil trabajar con él. Obviamente hay que simplificar las notas, ya que es un niño de apenas siete años, pero él siempre ha tenido propuestas muy interesantes para su personaje, incluso vinculándose él mismo con los niños que perdieron sus vidas de modo trágico cuando su escuela se derrumbó tras el terremoto del 19 de septiembre. La empatía y el profesionalismo de Pablo han sido una muy grata sorpresa y estoy seguro de que podría tener una larga carrera en el teatro si así lo quisiera.

¿Cuál fue el mayor reto del montaje?
El mayor reto de este montaje no tuvo nada que ver con el montaje en sí, sino que fue un elemento catastrófico natural que afectó al país. Nosotros nos encontrábamos ensayando en lo que acabaría siendo una de las zonas más afectadas cuando sucedió el terremoto del 19 de septiembre. Mi primer impulso fue asegurarme que todos estuvieran bien y el segundo fue ponernos a ayudar en lo que pudiéramos. Se perdió una semana de ensayos en lo que la ciudad volvía a una especie de ‘normalidad’ pues no me parecía prudente ensayar cuando todos teníamos prioridades de mayor importancia e inmediatez. Incluso después de retomar ensayos, tuvimos que seguir siendo sensibles a las necesidades de nuestros compañeros, ya que no todos reaccionamos de la misma manera ante la tragedia. Fue un proceso más lento de lo que acostumbro, pero realmente creo que nos ayudó a todos a sanar…

Amaya Blas y Roberto Cooper, parte del elenco nos revela secretos sobre la trama, y si creen que van a asustar a la audiencia…

¿Cómo llegaron a este proyecto?
Amaya: Hace un año di funciones especiales de Somos eternos, escrita también por Miguel Cane y dirigida por Roberto Cavazos. Ahí los conocí. No tuve la suerte de vivir todo el proceso de ensayos en aquella ocasión, pero esta vez sí y estoy feliz de que me invitaran a formar parte de este proyecto.
Diego: Fue una experiencia de pasos y consecuencias. Conocí a Miguel Cane el año pasado durante otro montaje en el Foro Shakespeare y hablamos de que sería interesante trabajar juntos. En algún momento pensé que esa mancuerna se echaría en saco roto, pero después recibí una llamada de él en la que me decía que tenía ya un primer borrador de una idea que había tenido hace mucho tiempo; y se fue trabajando a partir de eso, junto con Andrea Portal. Todo fue avanzando y cada engranaje fue llegando en su momento preciso y fue así como nos hicimos de una temporada en el Foro Lucerna, se integró Roberto Cavazos y al final teníamos un equipo dispuesto a trabajar y llevar a la realidad este proyecto.

¿Cuál fue su primera impresión la primera vez que leyeron la obra?
Amaya: Por un lado, el tema de la pérdida es algo que me toca bastante y lo primero que pensé fue en la manera tan acertada que tuvo Cane de expresar esa sensación de querer escapar de los recuerdos, de querer encontrar culpables cuando no los hay, de necesitar respuestas con la falsa ilusión de que éstas logren sanar en mínimo el duelo que se está viviendo. Por otro lado, pensé en lo divertido que iba a ser trabajar en un proyecto fantasmagórico.
Diego: Hubo emoción por el nerviosismo que generan los momentos de suspenso y terror; desde el texto tenía esa atmósfera de tensión que te genera el suspenso psicológico. Fue la visión del director lo que logró que esto se hiciera realidad.

¿Cómo construyen, como actores, el suspenso de la obra en cada función?
Amaya: En realidad, mi aporte como actriz es estar conectada con lo que le está ocurriendo a mi personaje, con los demás personajes y dentro de cada situación -como en cualquier otra obra- sólo que aquí el suspenso lo crearon Cane desde el texto, y Roberto con la manera en que montó la obra; la escenografía, los efectos de sonido, etc… Nosotros sólo jugamos al juego que propusieron ellos.
Diego: La verdad es que como actor lo dejé todo en manos de los ambientes generados por Roberto y por Isaías Martínez (diseñador de iluminación y escenografía) y te dejas afectar por todo lo que pasa a tu alrededor. Siempre buscamos estar presentes y permitirnos sentir de manera honesta lo que nos proyectan nuestros compañeros y las circunstancias que nos rodean, y al enfrentarte con tan buen trabajo de la gente que tuvo la visión de ambientar el teatro, el generar suspenso es solo trabajo de ser vulnerable en el escenario.

¿Cuál fue su mayor reto en este montaje? ¿Por qué?
Amaya: Retomar ensayos después del sismo. Fue muy duro y sí hubo que apapacharnos y cuidarnos entre nosotros. Roberto fue muy paciente y consciente de que no estábamos al cien, y que la concentración, en general, costaba mucho más. Fue un proceso complicado en ese sentido, pues había que poner el doble de esfuerzo para conseguir ensayos productivos.
Diego: El mayor reto fue hacer el montaje en sí, pues teníamos la tarea de lograr un estado de suspenso y no fallar como ha sucedido con varias películas u obras de teatro del género. Fue difícil lograr esto pues es un texto fresco, recién salido del horno y por lo tanto no se podían hacer los últimos ajustes hasta que no experimentáramos una función con público; de hecho, de nuestro primer previo al estreno, que tuvimos el 18 de octubre, la respuesta fue diametralmente opuesta.

En la obra tres personajes pierden a un hijo, sin embargo cada uno lidia de manera diferente con este dolor. ¿Todos enfrentamos diferente una tragedia?
Amaya: Todos somos diferentes; y cada uno lidia como puede, según las vivencias y el aprendizaje que ha tenido previo a esa pérdida, según su personalidad, etc.
Diego: En el elenco habemos quienes hemos perdido gente cercana y lidiamos con ello de manera diferente, tanto entre nosotros, como entre la gente con quien compartimos la pérdida. Cada quién es un mundo en su manera de pensar y cada quién enfrenta y reacciona a situaciones de estrés de manera distinta. No hay una correcta, sólo son distintas.

¿Quisieran que el público se lleve más de un susto viendo la obra?
Amaya: ¡Claro! Y que por la noche, al apagar la luz, se acuerden de una que otra escena de la obra.
Diego: Esta obra no sólo es ir a que te asusten, como lo harían en una “casa de espantos”, nuestro terror se basa más en el suspenso y en relacionarte con una familia que vive un momento muy complicado que no sabes si se solucionará. Queremos que la gente salga feliz con la honestidad del trabajo y ¿por qué no? que dude de lo que es real y lo que no.

TODOS, ¿por qué les gustaría que el público vaya a ver Almas Perdidas?
Miguel: Porque no solo es una opción para entretenerse hora y media con una historia que no se imaginan y cuyo desenlace es imposible predecir: también es una ocasión para entender que el terror no siempre es solo sustos; sino una manera de aproximarse a lo que llevamos dentro de nosotros, y cómo esa misma oscuridad de un modo paradójico, puede iluminar nuestro entendimiento. Eso es lo que me gustaría mucho que el público pudiera descubrir.
Roberto: Me encantaría que el público fuera a ver Almas Perdidas porque trata temas delicados de una forma entretenida y llena de suspenso, pero que finalmente puede ayudarnos a soltar cualquier dolor o resentimiento que llevemos cargando desde hace tiempo. ¡Y porque me encanta verlos gritar de susto en el teatro!
Amaya: Porque es una obra de teatro con tintes paranormales y cinematográficos donde, además de identificarte y conectar con lo que le está ocurriendo a los personajes, vas a estar en estado de alerta todo el tiempo, donde las escenas suceden de una manera rápida y pareciera que todo va contra reloj. No hay tiempo de aburrirse, y por lo mismo, como actriz me la paso muy bien, ¡aunque sufra!
Diego: Nos encantaría que el público viera Almas Perdidas porque te puedes identificar con la situación familiar; evidentemente no me refiero a la pérdida de un hijo, sino a los roles que fungimos en nuestras relaciones familiares. Además es un montaje que consideramos elegante de un teatro que busca el minimalismo escénico para que el espectador no tenga distractores visuales y se envuelvan en la trama. En una nota más personal, le tengo un poco de miedo a nuestra función del 1 de noviembre, ¡siento que algo va a pasar!, no sé qué exactamente, pero siento que algo sucederá…

 

Fotos: Cortesía Producción

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