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ADIÓS MARINERO, ADIÓS MONSTRUOS DEL MAR: Un detective que podría volverse un clásico



Por Luis Santillán/ La dramaturgia de Gibrán Portela tiene características que la hacen muy atractiva para la escena, algunos de los planteamientos con los cuales trabaja requieren una gran creatividad para aprovechar las apuestas que tienen sus universos; es hábil en el uso de estructuras, en la forma en que dobla y desarrolla los temas, en la creación de personajes, un buen ejemplo de eso es Adiós marineros, adiós monstruos del mar que se presenta en La Capilla bajo la dirección de Ricardo Rodríguez.

La propuesta de Ricardo Rodríguez aprovecha cada parte del texto, logra que las dos líneas anecdóticas que se desarrollan mantengan unidad pero a la vez hay un contraste entre ellas, a partir de los elementos clásicos de la narrativa de detectives construye la escena con variaciones emotivas, con gracia, con limpieza en el trazo, es una suma de aciertos que no sólo mantienen la expectación sino que la va incrementando conforme la obra avanza.

La escenografía de Auda Caraza y Atenea Chávez tiene su sello, proponen un “andamiaje” para evocar los espacios de acción; Rodríguez explota la posibilidad de uso y uno de los momentos de mayor fuerza se potencia con el desplazamiento de esas estructuras. El espacio logra tener la fuerza para cobijar el relato gracias al diseño de iluminación de Jesús Hernández, es un buen ejemplo de colaboración entre diseño espacial y uso de la luz; con los aparatos de piso imprime al relato ese ambiente clásico, con las luminarias en color apoya las imágenes alusivas al barco, pero destaca la luz para crear el bar sobre todo porque se aleja del cliché.

El reparto está integrado por Verónica Bravo, Teté Espinoza y Rebeca Trejo. El trabajo de las tres actrices es bueno, cada una cuida la creación de los distintos personajes que interpretan, tienen una gran noción para darle a cada uno una expresión corporal precisa, un trabajo vocal dedicado. Una de las decisiones de dirección que logra mayores alcances, gracias a lo que aportan las actrices, es la de no ser condescendientes en la creación de personajes; la obra trabaja en los terrenos de la farsa (o de la desproporción), pero jamás hay algo que no se sienta orgánico y fluido.

Si bien toda la propuesta tiene gran calidad, quien se lleva las palmas por su extraordinario trabajo es Verónica Bravo, alcanza tintes camaleónicos; su detective es hipnótico, ella hace visible la síntesis tanto de la propuesta de texto como de la dirección. El personaje tiene gracia, crea puentes emotivos con el espectador, alcanza momentos de anagnórisis de manera sutil, toca lo patético pero sale fortalecido.

Adiós marinero, adiós monstruos del mar es una puesta en escena que tiene mucho que ofrecerle al público, pero la razón para hacer hasta lo imposible por verla es el trabajo de Verónica Bravo.

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