Un espectáculo sucio, violento y ensangrentado: El circo en tiempos de guerra

Foto: Pili Pala

Por Roberto Sosa/ De odio y venganza. El show no es con acróbatas, contorsionistas, equilibristas, escapistas, etc., el espectáculo tiene como centro de atracción, personajes que representan el daño, el dolor, el sufrimiento y la muerte. El pueblo tiene de frente a los criminales. Los espectadores forman parte del jurado, desde las gradas votarán para determinar el castigo que sufrirán quienes les hicieron daño, los culpables de la “guerra”. El espectáculo es sucio, violento y ensangrentado.

Una doctora representa la ciencia médica, causante de enfermedades en la población –como el cáncer- y malformaciones en los fetos antes de nacer. Un soldado es recriminado por una mujer que viene de entre el público; lo acusa de las desapariciones forzadas, la violencia y la muerte de civiles: “siempre porté el uniforme con honor, teníamos que establecer el orden”. Están frente a sus culpas y a quienes les causaron perjuicio: la población civil. Los castigos los cumplen el enano y un ilusionista, los artistas del circo.

El show debe continuar, un clown aparece para entretener, es una joven mujer, de su cara blanca escurren lágrimas negras, desea cantar pero de su boca no salen palabras, enmudece como lo hacen muchas mujeres víctimas de la guerra, su patética actuación contrasta con su vestimenta. El número final está reservado para un hombre que simboliza el poder: “inventamos la democracia y se la creyeron…”, “Matamos a tu mujer, violamos a tu hija, desaparecimos… mátame y resucitaré en tres días…”. El juicio final ha llegado, no obstante ¿Ellos son realmente los culpables…? Y ¿el pueblo no tiene la culpa por haber permitido todo lo que le hicieron…?

El discurso escénico es contundente, nos confronta, sacude y estremece. La dramaturgia y dirección son de Denis González Noriega, para lograr su propósito se instaló en una casa abandonada en la colonia Narvarte, una casona vacía, oscura y deteriorada, como queda una casa semidestruida después de una guerra. Su historia la ubica en nuestro país en un futuro no lejano, después de ocho años de guerra, después de la destrucción. En el patio se instala un circo con dos pistas y música en vivo con un espectáculo oscuro que nada tiene de divertido. Desde mi perspectiva el público que simboliza al pueblo, es quien debería estar en el banco de los acusados por pendejos, por permitir que abusen de él.

La realidad que vive nuestro país se puede abordar de formas diversas y con lenguajes distintos, la propuesta de González Noriega es directa, va de frente con lo que desea expresar y como lo quiere decir; no se apoya en un clásico, en Shakespeare o en versiones “libérrimas” para contextualizar nuestra realidad. Toma un espectáculo circense y con personajes reales significa su discurso, un discurso contundente y punto.

Las actuaciones están en el nivel en que está la propuesta escénica: espléndidas, generosas. Elenco: Edrian Ilusionista, Rodolfo Jacuinde, Adonay Guadarrama, Isema Romero, AtzaUrieta, Amaya Blas, Bárbara Riquelme y Llever Aíza López. Música en vivo y composición: Marina de Ita y Alejandro Preisser. Diseño de escenografía: Romero Marcos y Gabriel Cazeres. Vestuario: Alex Medina. Y por último –previo pago-, se pueden visitar otros espacios de la casona, en donde habitan seres fantasmales y deformes.

La temporada de El Circo en tiempos de guerra es del 12 de marzo al 1 de mayo, los sábados 20:00 y domingos 19:00 horas, en Pitágoras 607 Col. Narvarte.