Por Roberto Sosa/ Niño o animal en proceso de crianza; animal o bebé recién nacido hasta que pude valerse por si mismo. En la alacena se termina el alimento. Su madre le prepara la “papilla”, la sirve en una cubeta; con el control remoto en su poder, su padre no deja de ver el televisor, debe subirle el alimento. Desde la azotea se escuchan sus gemidos, tiene hambre, su apetito es infinito.
Dentro de una jaula se protegen de lo que han engendrado, la cría es insaciable y pronto no habrá más comida. Su padre le sube el nauseabundo alimento, regresa y vomita dentro de la misma cubeta: lo mejor es dejarlo ir… La situación se está saliendo de control; ella lo escucha, lo siente y percibe: ¡¡es el fruto de nuestra unión…!!. Alguien llama a la puerta, es un investigador, un especialista, quizá sea un médico o un veterinario.
La Cría es una historia que estremece. Podría ser una reflexión que aborda el tema de los sacrificios que hacen los padres por sus hijos; tal vez un discurso sobre la religión; podría tratarse de un relato sobre la deformidad y discapacidad física que padece un hijo. No lo percibo así, el discurso desde mi perspectiva va más allá, lo que vemos en escena es teatro negro con un mensaje que en lo particular me sacudió la conciencia.
¿Qué somos hoy…? Seres humanos que vivimos en jaulas -calles cerradas con rejas, nuestras casas con protecciones por todos lados; las tiendas, los comercios, los automóviles, todo bajo cerrojos- ¿de qué nos cuidamos…? De nosotros mismos, lo que hemos instaurado. La cría -la sociedad con sus habitantes- es insaciable, deforme, enferma, que segrega líquidos fétidos, viciados…infectos (es el pronóstico que les da el especialista después de examinarlo).
Para seguir sustentado a su cría, ellos mutilan su cuerpo; brazos y piernas son amputados para seguir alimentándolo, si no sobrevive, pueden engendrar otro. Él es un tronco sin extremidades, pero puede fecundar a su pareja. El investigador regresa y encuentra dos pedazos de seres humanos cogiendo. Su mutilación es también mental y emocional; la escena –bien lograda- es patética, perturbadora. En medio de la oscuridad, el científico con una lámpara en mano, recorre los rostros de los espectadores… busca un rastro de lo que fue un “ser humano”.
La Cría es un relato oscuro con un personaje que no se ve en el escenario, su presencia está en cada espectador, cada uno le da forma en su mente, cada quien se lo imagina desde sus propias patologías. La cría podría estar incluso entre el público, agazapado, esperando para seguir devorando. En lo que nos hemos convertido hoy los humanos, lo vi reflejado sobre el escenario… y de verdad que me estremeció.
La autoría y dirección es de Carlos Talancón, no tuvo –creo- una pesadilla que le dio la idea y elaboró la historia, o una obra de terror que lo inspiró; es la realidad, simplemente es lo que vivimos día con día. El texto y la puesta en escena son espléndidos. Las actuaciones son de Emmanuel Morales, Mariana Balderas y Javier Sánchez, magnificas, lo dejan todo sobre el escenario –muy bien al moverse sin piernas y brazos-, el espacio escénico e iluminación es de Miguel Moreno. La producción de Erik Saúl Elizondo.
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Esta obra puede tener varias lecturas, pero yo me quedo con una básica: Horror, terror, humor negro… Lo que no vemos en escena, es lo que más motiva nuestra imaginación… Escuchamos, pero no vemos, la ambientación y la producción son excelentes…! Y las actuaciones, maravillosas…! El foro, un sótano, la escenografía, una jaula. Excelente manejo de luces y el tener tan cerca a los actores permite casi ver el palpitar de sus venas… Muy recomendable.
La reseña “spoilea” la obra; dice demasiado y no deja nada al suspenso.