Por Gina Fierro/ Es común que los hijos sigan los caminos que trazan los padres, más si se trata de una figura destacada en cualquiera de las profesiones. En la escena teatral, muchos actores heredaron a sus hijos la misma carrera en la que ellos sobresalieron, tal vez porque desde pequeños estos niños crecieron detrás de bambalinas, o tal vez porque aprendieron las costumbres del medio, o simplemente por auténtico amor al teatro. “Todo mundo pasa a ser lo que hace el padre o la madre”, detalla Benny Ibarra, padre, en entrevista para Cartelera de Teatro.

Lo cierto es que hoy en día diversas personalidades del espectáculo han dado paso a nuevos talentos que igualaron y, en algunos casos, sobrepasaron la fama de sus padres. Así, los apellidos Bichir, Bonilla, Mendoza, De Tavira, Sánchez Navarro, Ibarra, Suárez, Vega, De la Parra, Dupeyrón, Ortiz de Pinedo, Luna, por mencionar algunos, siguen resonando dentro del quehacer artístico mexicano.

Pero, ¿qué tan fácil resulta para los hijos abrirse paso en un medio en el que el padre ha impuesto su nombre y su talento?

Para algunos, resulta conveniente alejarse de la figura paterna para encontrar su propio camino, sin buscar igualar la fama o el estilo del padre. En entrevista exclusiva para el medio, el actor Héctor Suárez Gomís apunta que como hijo de Héctor Suárez, primero decidió formarse como actor, independiente de su padre, para después compartir proyectos con él.

“En la adolescencia empecé a hacer teatro y de ahí, nunca quise trabajar con mi papá. La primera vez que quise fue cuando yo tuve un nombre, cuando yo ya tenía un respeto y un carrera forjada, entonces sí nos repartimos el pastel a la mitad, pero antes nunca quise trabajar con él”.

hector mendozaPor su parte, Rafael Sánchez Navarro detalla que su padre, el gran actor Manolo Fábregas, fue “el mejor maestro que he tenido y el que con más amor y más conocimiento me ha enseñado en toda mi vida”. Sin embargo, Rafael afirma que fue durante los cuatro años de carrera como actor donde aprendió las bases de lo que es el teatro, “con mi padre fue más bien el refinar los detalles, las cosas que no se enseñan en las escuelas, cosas más elaboradas”.

No obstante, hay padres que optan por no intervenir en las decisiones de sus hijos, como el actor y cantante Benny Ibarra, quien asegura: “Yo no me he metido nunca con sus carreras, ni me meteré. Cada quien tiene su idea, ellos no se meten en cómo dirijo yo las obras, cómo actúo, cómo canto o cómo hago las cosas. Ellos no se meten conmigo, yo no me meto con ellos. Yo tengo mi idea de cómo tengo que montar mis obras y cómo debo de dirigir y cómo debo llevar mi show cantando […] Nada más van y me ven, yo voy y los veo, y ya. Y nos queremos mucho”.

La influencia natural de los padres

benny_ibarraLa influencia del padre en la carrera de sus hijos es inapelable, un hecho que resulta para los papás de gran satisfacción. Al respecto, Ibarra, padre, detalla “primero Benny era hijo de Benny Ibarra, ahora yo soy el papá de Benny. Eso es muy bonito porque quiere decir que ya superó al padre”.

Mientras tanto, Héctor Bonilla señala que siempre abrió un abanico de posibilidades a sus hijos (Sergio, Fernando y Leonor), pero que naturalmente se inclinaron al mundo de la actuación. “Nunca hubo una intención de inducirlos a esto (la actuación), pero evidentemente sucedió por la familiaridad con la que estuvieron desde que nacieron […] Había una influencia natural”. “Yo amo y respeto mi trabajo y para mí es un privilegio que lo hayan elegido”, subraya Bonilla.

Héctor Suárez considera que su influencia sobre su hijo ha sido al cien por ciento. “Si un hijo está viendo y viviendo con su padre, lo acompaña al teatro, a los ensayos, pues obviamente no me debo quejar que ese niño que me acompañó a todos lados, desde toda su niñez, quiera ser actor. Naturalmente que va a terminar siendo actor, eso ha pasado con mis hijos”.

Comparar al hijo con el padre

Muchos hijos hablan sobre las inevitables comparaciones que han vivido a lo largo de sus carreras, principalmente por parte del público. Éstas van desde el nombre, hasta en la forma de hacer, actuar o dirigir teatro. Al respecto, Sánchez Navarro comparte: “Había quien me decía Manuel Sánchez Navarro o Rafael Fábregas […] Pero eso fue muy poco, bendito sea Dios, la carrera ha sido muy noble conmigo, tuve muy buenas oportunidades desde el principio, en cine, en teatro, en televisión. Cuando la gente empezó a reconocer mi trabajo, pues empezaron a ver la diferencia entre padre e hijo. Hacer a un lado las comparaciones, digamos”.

bonilla_2Mientras que, Sergio Bonilla habla sobre lo que le ha representado ser hijo de su padre, Héctor Bonilla. “Como todo en la vida, tiene pros y contras. Efectivamente ser hijo de mi padre en algunos momentos me ha servido para que se me abran algunas puertas o me escuchen, o por lo menos que me pongan atención. Por otro lado, están las inevitables comparaciones de gente que se cierra un poco y únicamente se concentra en ver qué puede comparar”.

En este aspecto, Sergio explica que no centra su atención en tales comparaciones, “la manera en que lo resuelvo es concentrándome en lo que a mí me toca”. Y añade “yo me concentro en disfrutar mi trabajo, hay gente que piensa, que de pronto se me acerca y me dice que tengo mi propio estilo, que les parece que incluso soy mejor actor que mi padre; o hay quien llega y me dice ‘no, lo estás imitando’. Cada quien se forja una opinión y yo trato de no hacer mucho caso a lo que dice la gente, porque depende de tantas cosas la opinión de las personas, y de tantas posibilidades, que me parece muy ocioso estar preocupado por eso”.

Finalmente para los padres, el trabajo de sus hijos representa igualmente un motivo de admiración. Benny Ibarra (padre de Benny, Alejandro, Verónica y Andrea) expresa: “Ya nos superaron (los hijos), a la madre (Julissa) y a mí, ya son mejores que nosotros y estamos muy orgullosos de ellos […] Lo traen en la sangre, lo traen porque nos vieron, porque les gustó, lo traen porque lo hicieron bien y lo siguen haciendo bien, todos mis hijos”.

Puertas abiertas

rodrigo_mendozaEn seguidas ocasiones se piensa que la fama de los padres resuelve o asegura las carreras de los hijos, sin embargo, esto no es una realidad. De acuerdo con el director de teatro Rodrigo Mendoza, hijo del reconocido director Héctor Mendoza, las oportunidades dentro del medio se le han dificultado y asegura que “en realidad he encontrado más puertas cerradas por ser hijo de mi padre que de ninguna otra manera. Uno creería lo contrario, ¿no? Y si fuera así, yo ahorita estaría dirigiendo la Compañía Nacional o una cosa de esas, pero ni siquiera la Compañía Nacional me invita a los estrenos de las obras que se presentan en la sala Héctor Mendoza”, y declara “de alguna manera ya existió un Héctor Mendoza, no quieren otro”.

Muchas veces, el talento de cada actor es lo que los impulsa a buscar un camino en específico y conseguir sus propios méritos. Sobresalir de manera independiente del padre se convierte en un reto para los hijos. “Él mismo me lo dijo (Manolo Fábregas), ‘al principio te va a costar trabajo porque todo mundo te va a poner a prueba, pero ya te irás ganado tu lugar’. Esas fueron sus palabras y justo así sucedió”, detalla Rafael Sánchez Navarro.

El peso de un nombre y de una larga trayectoria dentro del medio puede incluso llevar a los hijos a cuestionarse sobre lo que quieren realmente hacer y, a veces, sentir miedo por no alcanzar el escalón al que ha llegado el padre. Rodrigo Mendoza reconoce que sintió miedo de “ser comparado con mi padre, a quien yo creía un héroe, un ser superior”. Este miedo, detalla Mendoza, lo llevó a “su segundo amor”, la música, con la cual regresó rápidamente al teatro para componer la música de las obras de su padre y, con el tiempo, convertirse en su asistente de dirección.

Encontrar su propio camino

“Desde el principio yo traté -­y lo he tratado hasta el día de hoy­- de tener mi propio estilo, mi propia manera de comunicarme con el público, con la prensa. Labrar mi propio camino”, apunta Sánchez Navarro, quien reconoce que su padre lo aconsejaba con mucha inteligencia, “él me decía: ‘la responsabilidad de la decisión es tuya, tú toma tus propias decisiones’”.
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Y añade: “Mi padre me dio muchos consejos, pero sobre todo me enseñó con el ejemplo, el verlo trabajar, el respeto que le tenía al público, a los compañeros y su congruencia consigo mismo fue un gran aprendizaje para mí y he tratado de seguir ese camino”.

Por su parte, Rodrigo Mendoza buscó su propia voz después de su primera puesta en escena La caída de un alfiler de la autoría del papá. “Esa obra precisamente que marcó mi inicio como director, la hice totalmente en el estilo de mi padre”, detalla, y confiesa que le prohibió a su papá acercarse a los ensayos de dicha puesta.

“Después de eso, obviamente me dije ‘quiero encontrar mi propia voz’ y ahí empezó mi camino, mi búsqueda, que me ha llevado incluso al teatro comercial, al teatro menos intelectual, menos serio. Encontrando que el teatro es teatro y se hace bien o se hace mal”, puntualiza al actual director de la puesta en escena El juego que todos jugamos.

Para Héctor Suárez Gomís, quien está por cumplir 41 años de trayectoria, su carrera comenzó por la admiración que tenía hacia su padre. “Al principio sí fue por amor a mi papá y por idolatrarlo y por admirarlo mucho cuando era muy niño. Yo empecé a los seis años, pero conforme fui creciendo y mi carrera también, me quedé en ella, no por el amor, ni por la influencia de mi papá, sino porque me enamoré profundamente de mi carrera. Conforme fueron pasando los años, me dediqué a prepararme y a forjar mi camino por mí mismo, independiente de mi papá”.

Hijos detrás de bambalinas

“Mi hijo Fernando develó una placa en un bambineto a los dos meses de nacido. Han dormido en
camerinos”, Héctor Bonilla

Es común que muchos hijos de actores crezcan dentro de los teatros y que a muy corta edad pisen los escenarios. Para algunos, este momento significa el comienzo de sus carreras, tomando como ejemplo a seguir la figura de su padre.

bonillaEl actor Sergio Bonilla nos comparte su experiencia de ver a su padre, desde pequeño, arriba de los escenarios: “Toda esa etapa que yo crecí viéndolo fue muy especial para mí. Me marcó evidentemente vivirlo en camerinos y como rata de teatro, ahí metido entre los focos o entre las piernas o en las butacas. Era una obra que yo disfrutaba mucho de niño y admiraba mucho a mi padre”.

Rodrigo Mendoza habla de cómo, bajo la mirada de un niño, creció viendo a su padre dar clases. “A mí me tocó desde muy chico, a veces como alumno, a veces como un niño entrometido”, detalla. El hijo recuerda que en los últimos años de vida de Héctor Mendoza, platicaban sobre el cambio que fue notando éste en la manera de enseñar de su padre. “Lo que le enseñó a una Julieta Gurrola, no es para nada lo que le enseñó a una Georgina Rábago […] Él era más como un psicólogo, él aplicaba las herramientas de las que él se hacía con el tiempo e inventaba otras para personalizar una metodología para cada actor”.

Padre e hijo. Juntos en escena

Sea cual sea el rumbo que cada uno tomó, en algún punto de sus carreras padre e hijo suben al escenario juntos. Una vez que comparten proyectos, ambos terminan su relación familiar y se convierten en colegas de trabajo.

Héctor Suárez, quien actualmente presenta junto a Gomís el show de stand up Los locos Suárez, señala que al estar en escena, ve a su hijo como un compañero. “El padre se acaba, se queda en el camerino, ahí se queda Héctor Suárez colgado. Me pongo la ropa de lo que voy a interpretar y, ahí (en el escenario), me encuentro un compañero que está haciendo lo mismo que yo. Ahí, deja de ser mi hijo”.

Por otro lado, Sergio Bonilla disfruta trabajar con su padre en escena. “Hoy en día la pasamos muy bien”, asegura, aunque reconoce que en el algún momento fue complicado porque “es delgada la línea cuando se es padre, quieren como aconsejar o quieren meterse. Es delgada la línea entre decir ‘somos los dos actores y ahí hay un director’”. Y reafirma que laborar juntos “ahora es más fácil, ahora cada quien se ciñe a obedecer las indicaciones del director. Cuando jugamos ese rol, yo lo disfruto a él y me parece que él me disfruta a mí también”.

Con frecuencia, ser parte del mismo proyecto resulta gratificante para ambas partes, lo cual se refleja en confianza y orgullo. Rodrigo Mendoza habla sobre el “nivel de comprensión y de confianza mutua” que alcanzaron él y su padre. Una confianza que pronto llevó a Rodrigo a ser el único que montaría las obras de Héctor Mendoza. “Nadie más dirigió otra obra de él durante su último periodo, salvo por José Caballero”, afirma.

Relaciones familiares dentro del medio artístico

suárezPara Héctor Suárez Gomís, la relación con su padre dentro del medio artístico “es exactamente igual que cualquier otra relación de papá e hijo, no importa que nos dediquemos a lo mismo. Mi papá y yo no competimos, mi papá y yo somos papá e hijo y nos amamos, y nos procuramos, y nos entendemos, y nos cuidamos, pero no competimos”.

Mientras que, Sergio Bonilla declara que entre él y su padre hay “muchas diferencias […] en la vida en general y en nuestra carrera. Yo no abordo mi carrera como la ha abordado él, ni la veo de la misma manera, no concebimos de la misma manera el arte, no concebimos de la misma manera muchas cosas. Esto no significa que no lo ame y que no lo respete, pero realmente creo que somos muy distintos en todos sentidos”.

Sergio describe a su padre como “un hombre ya muy hecho, tiene cerca de 80 años y puso una estructura ya muy hecha […] Es admirable lo que él hizo como padre, rompió muchos esquemas y abrió mucha brecha”.

Asimismo, considera que “es un hombre cuadrado, entonces en muchos sentidos nuestra relación pues se limita a su manera de ser porque no hay mucho más allá, él ya tiene una vida muy hecha, unos horarios muy definidos y unas prioridades muy marcadas ”. Y concluye, “convivimos en la medida de lo posible, nos queremos mucho”. Por su parte, Héctor Bonilla subraya: “Tengo la enorme fortuna de que la convivencia con mis hijos es muy fuerte, muy placentera”.

Anécdotas que conmovieron a padres e hijos 

Benny Ibarra, padre, comparte: “Un día en el Auditorio Nacional, Benny me invitó a cantar con él y yo cantaba tres canciones o una cosa así. La primera la cantábamos juntos, y (Benny) empezó a proyectar algo que me llegó mucho y no pude casi ni cantar a la entrada que decía cosas bonitas de mí”. La canción hablaba de las cosas que su padre había hecho por Benny, “como que yo le enseñé a contar en inglés del uno al diez, yo le enseñé un disco, yo, yo, yo, yo” y que remataba con la frase “es mi padre Benny Ibarra”. “Le dije ‘por qué no me avisaste cabrón’, porque estaba con un ‘nudote’ en la garganta y no podía ni cantar”.

Por otro lado, Héctor Bonilla recuerda con mucho cariño haber dirigido a toda su familia en un montaje del autor Ignacio Solares que se presentó en la UNAM. “Estaban mis tres hijos y mi mujer en el reparto. Este hecho me conmovía mucho, yo llegaba al punto de distraerme, en el sentido de estar observando cómo se desarrollaban (en escena)”.

Para Rafael Sánchez Navarro el momento más emotivo junto a Manolo Fábregas sucedió durante la gira de El hombre elefante, montaje en el que ambos participaban. “Ya habíamos presentado más de 300 funciones y la última fecha fue en Mexicalli. A la hora del aplauso, todos nos tomábamos de la mano y sentí que (mi papá) me apretaba la mano, lo volví a ver y estaba bañado en lágrimas […] Me espanté y dije ‘papá qué pasó’, y me dice ­-éstas son palabras que voy a recordar toda mi vida­- ‘qué bonito puede ser este trabajo, qué bonita puede ser esta profesión, a veces’ y pues claro que me puse a llorar con él”, enfatizó el actor.

“Benditos los buenos padres de este mundo, de este país, les mando un abrazo grande y los felicito por sacar adelante a sus hijos. Estoy hablando de los buenos padres”, Rafael Sánchez Navarro

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