Por Roberto Sosa/ Es un día de 1904 en la capital de Irlanda. En un día todo puede suceder: el rey Eduardo VII de Inglaterra está de visita en la ciudad; un grupo de actores van a estrenar una obra y un nuevo teatro: el Teatro Nacional de Irlanda; una bomba podría estallar. Hay inconformidad y en las calles hay protestas. Al iniciar el día, el actor principal se despierta “crudo” y sin dinero para pagar la renta en donde vive.
El dramaturgo Willy Hayes y su hermano Frank -actor y activista social- están al frente del proyecto, se preparan para el estreno. Willy tampoco tiene dinero para pagarle al propietario del teatro; su novia la actriz Eva Saint John le obsequió un reloj de oro, podría empeñarlo y salir del problema. Maggie es la encargada del vestuario, está enamorada de Frank, ella tiene la atención del tramoyista Jimmy, vive enamorado de ella.
Todo está listo y como sucede en un estreno, no faltan los inconvenientes. El teatro se transforma en muchos espacios por donde transitan los personajes; en el escenario los actores se reflejan, se interpretan ellos mismos y es desde la fábula lo que viven en su cotidianeidad. Sus caras están pintadas, como bocetos para representar la farsa. Un día sucede en tres actos, el espectador como en la realidad, es testigo del suceso escénico.
“El teatro es nuestra trinchera” dice el director Fernando Bonilla en el programa de mano. Desde este sitio se representa también la inconformidad, la rebelión y el hartazgo. Sucede en Dublín, podría ser el México de hoy. El paralelismo no tiene tiempo. El teatro no pretende cambiar al país, el teatro busca despertar conciencias desde la comedia, la farsa o el melodrama. Los personajes en la ficción ven su realidad desde un escenario, el espectador lo vive desde su contexto.
Dublín es una historia que se cuenta en un día; un día especial para el estreno de “El cortejo del guerrero”, para hacer estallar una bomba, para intentar violar a una mujer, para salir al escenario y echarse un “torito”, para improvisar, para embriagarse en una taberna… y para perderlo todo. Para hacer proselitismo y huir del país. Todo sucede en un día en la imaginación del autor y así se origina sobre las tablas.
El universo del teatro que habla de teatro. Desde mi punto de vista la obra es espléndida por la forma en que se aborda y se interpreta. No obstante siento que no está redonda; el primer acto no nos atrapa, las actuaciones, el movimiento escénico, el vestuario, la producción. El segundo es el mejor –mi opinión- está genial y el tercero cambia el tono al melodrama, un cambio intempestivo –creo- e inconveniente.
La obra está hecha y dirigida al público que hace teatro, es teatro para teatristas. Por la forma, el trato y el lenguaje que utiliza, diálogos que se escuchan tras bambalinas, en las tramoyas o en los camerinos; no es casualidad que el día del estreno –en su mayoría gente de teatro-, más de uno se vio identificado y reía con lo que sucedía arriba del escenario; para un espectador normal (¿habrá anormales…?) quizá no celebre igual.
Dublín se presenta con las actuaciones de Omar Medina, Yuriria del Valle, Alejandro Morales, Juan Carlos Medellín, Mario Alberto Monroy y Sonia Couoh. Magnífico trabajo, dieciséis personajes son interpretados por seis actores. Las funciones son en el Teatro Milán hasta el 16 de octubre, consulta precios y horarios de la obra aquí.
