Por Luis Santillán/ Egresados de la licenciatura en Arte Dramático de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla fundaron en 2009 “Los operantes Teatro”; a partir de 2012 sus proyectos buscan integrar creadores de Puebla y de la Ciudad de México presentando sus obras en ambas ciudades. En 2014 llevaron a escena Azahares, montaje que toma como punto de partida Bodas de sangre de Federico García Lorca, ahora reponen la obra en Casa Actum.
Juan Alberto Alejos recibe el crédito de la adaptación, mas su labor es la de dramaturgista dado que pone el texto de Lorca a servicio de las necesidades del proyecto sin violentar la naturaleza de la propuesta del autor español. Si bien es legible el deseo de distanciarse de los elementos alegóricos de la última parte de la obra original, no existen elementos que estimulen una apropiación tan contundente que amerite nombrar a la obra como Azahares, quizá la decisión responde más a no estar acostumbrados a reconocer la labor del dramaturgista, sin embargo, en los hechos dicha labor la cumple cabalmente Alejos.
La dirección es de Lisha Montaño, aprovecha la economía de recursos para desarrollar en escena la línea central del argumento, apela a construcciones visuales para conservar el universo poético del texto original, tiene noción del ritmo que requiere el relato en escena, es palpable hacia donde quiere llevar el trabajo actoral.
En entrevista para el periódico Excélsior, la directora mencionó que el proyecto esta alimentado por la necesidad de hablar de las pasiones humanas, Bodas de sangre parecía que era el vehículo idóneo dada la magnitud de la pasión que hay en sus personajes centrales, pero algo falla en Azahares porque de lo que adolece es de pasión.
Pedro Giunti tiene una presencia fuerte, en la primera parte de la obra su gesto favorece a de “Leonardo”, pero cuando es necesario potenciar el trabajo, cuando se requiere ver la fuerza del personaje todo se vuelve plano. Frida Hernández alimenta muy poco al personaje “Novia”, sólo se registra el enfado ante su nuevo esposo; las motivaciones, los impulsos que se requieren para que su personaje y tome las decisiones que desencajan el universo no existen en escena. La obra avanza porque así está escrita, sólo porque así está escrita. No hay pasión en los personajes centrales, no hay algo que se ponga en riesgo porque llega un momento donde los actores tan sólo expresan el diálogo sin peso ni consistencia.
El trabajo de Ana Belem López, Guadalupe Mora Reyna, Dulce Neria y Óscar Sergio Serrano quizá se vio afectado por las vicisitudes inherentes del teatro; lo presenciado (la segunda función de la actual temporada) era inconsistente. Cada uno lograba buenos momentos, tenían buenas escenas, sin embargo, conforme pasaba el tiempo se debilitaban emotivamente, comenzaba a no acontecer los sucesos en los personajes.
Quien destaca es Águeda Valenzuela dado que el personaje “Criada” mantiene continuidad, hay una reacción emotiva a los acontecimientos, tiene los matices que requiere cada bloque, convierte al personaje en alguien entrañable.
Toda apuesta conlleva la posibilidad de que los resultados no sean los deseados, la propuesta de Montaño es perceptible, sólo que los actores que requieren ser epicentros de pasión en la escena se comportan sumamente distantes a las emociones que la palabra nos dice tienen sus personajes.
Azahares es la oportunidad de ver el trabajo de un colectivo. Trabajar en colectivo implica muchos riesgos, pero al mismo tiempo es la única manera de desarrollar un lenguaje que enriquezca la escena teatral mexicana. Quizá la obra vivió un momento de gran esplendor en el 2014, quizá está temporada sea un eco de la pasión con la cual iniciaron el proyecto, pero no deja de ser una opción para ver una propuesta que apalea encontrar a su público.
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