La Deriva

El Teatro La Capilla es un espacio que presenta obras entretenidas, provocativas, innovadoras. Pensando en el nivel de dramaturgia, actuación y dirección de obras como El cielo de los presos, Los equilibristas o lo dirigido por Arrevillaga decidí asistir a La Deriva. Pero ésta se halla lejos de acariciar las expectativas que levanta el foro que la aloja.
Toda la primera mitad se agota en una secuencia de escenas en las que, con una sola excepción, aparece continuamente la protagonista. Esto conduce a que este personaje, que debería ser el aliciente para seguir la trama, se convierta poco a poco en un rasgo demasiado revisado como para esperar cualquier sorpresa en la segunda hora de ejecución. Los personajes masculinos, muy poco trabajados. El manejo del espacio dificulta comprender cuándo una escena ya no se refiere al espacio en que se desarrolló la anterior. La iluminación presente sobre personajes que ya no participan en la escena en curso, sino que únicamente retiran los objetos empleados en la anterior, hace por momentos confusa la secuencia, haciendo que uno se distraiga innecesariamente. La duración de la obra para el argumento que se plantea, así como la existencia de algunos personajes, es superflua. Si bien asistí al estreno (logrando el teatro una ocupación total) no es una obra que pueda revertir todas sus deficiencias con el paso del tiempo.
Sin una cirugía a la estructura de la obra, y sin una dirección que sea verdaderamente cuidadosa de aspectos estructurantes tan importantes como las entradas, las salidas y la psicología de los personajes a lo largo de la obra, es imposible que el espectáculo se consolide.
El uso de máscaras y personajes fantásticos para generar la idea de un tremendo oleaje, sin embargo, es llamativo, acertado. Pero si una golondrina no hace verano, una escena no hace tampoco una obra de dos horas.