Hotel Good Luck, un lugar donde todo puede pasar

Por Itai Cruz/ Hotel Good Luck, puesta en escena a modo de monólogo, a cargo de Luis Gerardo Méndez, que nos invita a reflexionar acerca de la importancia que tiene cada instante, disfrutarlo, apreciar a nuestro seres más queridos y valorar los momentos que pasamos en esta vida, al recordarnos que la muerte es, en ocasiones, muy ridícula.

El montaje en momentos es divertido, en otras un poco más lento, debido a las abundantes descripciones de los lugares y acontecimientos que se repiten a lo largo del monólogo,  (aunque este puede considerarse el sello de Ricaño), y al mismo tiempo es una obra poco convencional que no es ajena a los anteriores trabajos del dramaturgo Alejandro Ricaño, uno de los jóvenes dramaturgos mexicanos pertenecientes a la nueva ola que se ha producido en nuestro país en años recientes. Ricaño es conocido por  Un hombre ajeno, El amor de las luciérnagas, Cada vez nos despedimos mejor, por mencionar algunos.

El escenario está conformado por un letrero luminoso, un piano y un micrófono, sin embargo, se convierte imaginariamente en los diversos lugares que se narran en el transcurso de la obra y que están muy bien apoyados gracias a los recursos visuales y, sobre todo, por la atinada iluminación realizada en conjunto por Emilio Martínez, Sergio Villegas y Martha Benítez, ésta última quien por desgracia falleciera justamente un día antes de estrenarse la obra y a quien es dedicada la temporada.

Hotel Good Luck es para Bobby, su protagonista, un lugar en donde todo puede pasar. La obra comienza en 1975 y cuenta la historia de Bobby, un locutor de radio que descubre la manera de saltar de un universo paralelo a otro, a través de un portal que aparece en sus sueños, y en todos los universos que visita tienen que enfrentar la muerte de alguno de sus seres queridos, pero, aunque trata de evitarlas es totalmente imposible.

Luis Gerardo logra captar la atención de los espectadores durante los 70 minutos que dura el monólogo. Destaca el manejo del actor en el escenario, dejando ver su pasado como locutor de radio. Además es notable el desgaste físico y emocional que tiene al concluir la función, misma que está enmarcada por canciones de Bob Dylan y Led Zeppelin, íconos de la época.

Apoyando a Méndez, está Pablo Chemor, quien no sólo es el encargado de ambientar la puesta en escena, sino que además permanece todo el tiempo en escena realizando pequeñas, pero significativas intervenciones, interpretando a Larry Tocino, el mejor amigo de Bobby. Larry es psicoanalista y físico cuántico por las noches y gracias a su ayuda, Bobby descubre que ha dado un salto sin retorno a un universo paralelo y que en este mismo universo su perro no ha muerto, pero alguien más sí.

El mensaje de la obra es claro, versa sobre la necesidad de soltar y aceptar que sólo estamos de paso por esta vida, y por eso hay que vivirla de la mejor manera.

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