Por Gina Fierro/ Una obra que se centra en la cotidianidad de una familia de tres, bueno de cuatro miembros, incluido un maniquí. La historia que cuenta Palimpsesto es demasiado amena y divertida para creer que es la vida de un matrimonio separado, en donde él espera por 15 años el retorno de Eréndira, mientras teje chalecos en la intimidad de su casa, de la cual nunca ha salido desde que ella se fue y en donde lo único que lo conecta con su desaparecida esposa es la vista hacia su casa a través de la ventana.
Palimpsesto, qué palabra más rara, pero en realidad tiene sentido ocupar este concepto como título, “manuscrito en el que se ha borrado el texto primitivo para volver a escribir un nuevo texto”, según el diccionario, y según su director, Carlos Corona, esta acción de volver a escribir, es en sí el volver a vivir la historia que una vez fue rota por la separación del matrimonio, para crear una nueva.
Malaquías, Eréndira y Malaquías Primero son los personajes principales de la trama, la que también incluye dos personajes más con el nombre de Malaquías Segundo y Malaquías Tercero, un muñeco de peluche y un maniquí niño respectivamente, quienes conforman la descendencia de Malaquías padre. Esta chusca familia trata de solucionar su rumbo al reunirse nuevamente y tratar de encajar uno con el otro, puesto que, como ya leímos es una familia peculiar.
La aventura se desencadena cuando la esposa que un día huyó toca a la puerta de Malaquías y lo sorprende, no sólo por su llegada, sino porque con ella le revela un secreto: Malquías es padre desde hace 15 años. Al conocer a sus hijos encuentra que son un caso especial: un niño humano con algunas malformaciones físicas, con dificultad para convivir con el exterior y que lleva consigo a su inseparable y confidente amigo de peluche Malaquías Segundo; y un calvo y delgado maniquí que funge como uno de sus descendentes (según explica la autora de la obra, Itzel Lara, una creación de la madre para representar al hijo perfecto que en Malaquías Primero no pudo ver, por razones obvias).
Pero los hijos no son los únicos “especiales”, el padre es aprendiz de narcoléptico, para resumir, es capaz de entrar en un sueño profundo en cualquier situación, principalmente de estrés, no importa si está parado, sentado o en acción. Y para no dejar el papel de la madre fuera, cabe resaltar su manera intrigante de hablar y expresarse, con un aire de desinterés que logra vestir las escenas de gran simpatía.
Sin duda, ellos son las piezas perfectas para contar una historia de familia y mezclar el humor con el amor y la unión.
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