Dramaturgo, poeta y narrador español del Barroco. Su legado va más allá de la creación del mito de don Juan en El burlador de Sevilla, en la que un noble sevillano altera el orden social al tomar la honra de cuantas mujeres pasan por su camino.

Discípulo de Lope de Vega, de Molina (seudónimo de fray Gabriel Téllez) ingresó en 1600 a la Orden de la Merced. Posteriormente comenzó a estudiar Artes y Teología, al tiempo que empezó a escribir. Lo que lo distingue de Lope de Vega es un análisis más profundo de la psicología de sus personajes, en particular las mujeres. Ellas alcanzan protagonismo sobre todo en sus comedias de enredos sentimentales. Frecuentemente la mujer es protagonista de una acción en la que se hace pasar por un hombre.

Su producción fue muy prolífica, 300 comedias de 1627 a 1636. Escribió también autos sacramentales (El laberinto de Creta, El colmenero divino, No le arriendo la ganancia), comedias bíblicas (La venganza de Tamar, La mejor espigadera, La mujer que manda en casa, La vida y muerte de Herodes) y comedias hagiográficas (La dama del Olivar, La ninfa del cielo, La trilogía de La Santa Juana).

Si bien cultivó temas devotos, sus sátiras y comedias le ocasionaron problemas con las autoridades religiosas. En 1625 la Junta de Reformación, creada a instancias del Conde-Duque de Olivares, le castigó con reclusión en el monasterio de Cuenca por escribir comedias profanas “y de malos incentivos y ejemplos”, y pidió su destierro y excomunión mayor en caso de reincidencia. Pero el dramaturgo continuó escribiendo y nunca se tomaron medidas mayores contra él ya que la moral de la época comenzó a desinflarse.

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