En febrero próximo se cumplirán 100 años de un hecho sombrío, el cual hizo que “los cuatro jinetes de la Apocalipsis cabalgaran victoriosos por todo el territorio de la nación”, como alguna vez escribió don Jesús Silva Herzog. Se trata de la decena trágica, la asonada militar que bañó de sangre la capital de la República Mexicana y terminó con el asesinato del presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez.

Encabezada en un principio por los generales Mondragón, Bernardo Reyes y Félix Díaz, este levantamiento triunfó sobre el gobierno legítimo cuando se unieron a él, traicionando a Madero, los generales Aureliano Blanquet y Victoriano Huerta; éste último se convertiría en dictador durante un año y cuatro meses, siendo derrotado finalmente en junio de 1914 por las tropas del Ejército Constitucionalista (en ese entonces integrado por las divisiones del Noreste, del Norte y del Noroeste).

En este terrible periodo se escribió y se montó una obra de teatro que alcanzó las 250 representaciones y a la larga se convertiría en la obra más representativa de la dictadura militar: El país de la metralla.

Esta revista musical, escrita por José F. Elizondo y con música de Rafael Gascón, se estrenó 60 días después del golpe militar. Este 2012 la obra será presentada el 19 de septiembre en el Antiguo Palacio del Arzobispado a las 20 horas y el próximo 21 de septiembre a las 18 horas en el Auditorio Roberto Cantoral de la Sociedad General de Autores y Compositores de México, ubicado en calle Puente de Xoco. El montaje contará con la participación del Grupo Solistas Ensamble del INBA, la dirección musical de Xavier Ribes y la dirección escénica de Horacio Almada. La entrada a este espectáculo es libre.

La historia de este montaje es interesante y a la vez poco afortunada, pues sus autores decidieron favorecer la imagen del traidor Huerta; paradójicamente, a pesar del éxito que tuvo la puesta en el teatro nunca logró limpiar la mala imagen que el dictador tenía.

El resultado de esta desafortunada sátira, en la que se criticaba ferozmente a los revolucionarios maderistas, fue trágico para sus autores. A Elizondo le costó un exilio de varios años y a Gascón la vida, pues sufrió una constante persecución y finalmente se suicido. De hecho, al caer la dictadura militar de Huerta, Venustiano Carranza escribió una carta al músico en la que le advertía que debía cuidarse, pues lo que había hecho era muy grave.

Horacio Almada comenta que después de 1913 esta obra no se había vuelto a montar íntegramente, por lo que el texto tuvo que ser recuperado para esta reposición. Al respecto, el director comentó a los medios de comunicación que “afortunadamente éste se había editado en una revista que estuvo guardada en la Universidad Nacional Autónoma de México y la música fue conservada de generación en generación entre los intérpretes. La obra estuvo vetada cuando gobernaba el país Venustiano Carranza”, señaló.

Almada explica que la importancia de esta obra es que es vigente todavía, pues cualquiera que la vea encontrará paralelismos con lo que en nuestro país se vive, con las muertes y los enfrentamientos armados.

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